diciembre 11, 2004

Nada es verdad ni es mentira... ¿o hay un criterio de verdad?

Echar una ojeada al mundo de la paranormalería es abrir una ventana al más integral desorden intelectual y a un convenencierismo sólo igualado por algunos políticos especialmente viles. En el mundo asombroso del ocultismo, las verdades lo son por decreto y las dudas son mal vistas (cuando no reprimidas con ese discreto entusiasmo del policía antimotines al momento de agarrar a garrotazos a un opositor al régimen). No hay método, no hay sistema, no hay categorización de los hechos. Hay lo que se podría definir filosóficamente como un desgarriate monumental.

Entrar a él es como pasearse por un grabado de Maurits Cornelius Escher, pero copiado por un tonto que no sabe dibujar. En ese mundo de delirio, lo que es arriba es en realidad abajo pero de ladito y sólo a veces, y yendo a la derecha se llega a la izquierda dándole dos vueltas a la oratez y atropellando a la razón, todo sin concierto, sin geometría y al capricho de moda.

En pocas palabras, la paranormalología es un batidillo donde queda claro que para "investigar" los "misterios" que luego ofrece en venta, el ocultismo carece de un "criterio de verdad" y ello es como decir que carece de todo.

No huya, lectora, lector, que aunque esto suene a filosofía en realidad es de lo más sencillo. Tan sencillo que un paranormalólogo, un parapsicólogo, un misteriólogo o un enigmatólogo podría comprenderlo si se aplica con tesón. Más sencillo no se puede ser, pues.

"Criterio de verdad" es la base que utilizamos para determinar que algo es verdad o no.

A la filosofía en Ferrari


Por ejemplo, si alguien ofrece vendernos baratísimo un Ferrari Testarossa rojo y lo que nos muestra es un viejo escarabajo Volkswagen negro con la pintura descascarada, nosotros sabemos que eso no es un Ferrari Testarossa rojo.

¿Y cómo lo sabemos?

El "criterio de verdad" inmediato que utilizamos en este caso es nuestra experiencia previa y nuestra memoria de las cosas.

Es decir, en el pasado hemos visto Ferraris o al menos nos han comentado que se trata de impresionantes automóviles deportivos. Igualmente, hemos visto escarabajos Volkswagen (conocidos en México como "vochos" o "vochitos") y nunca nadie nos ha dicho que sean alguna forma embotada o subdesarrollada de Ferrari. Por otra parte, conocemos el color "rojo" y el color "negro", y hasta la fecha nunca los hemos confundido. Esa experiencia y esa memoria nos sirven para poderle sugerir amablemente a quien nos ofrece en venta dicho vehículo que se lo meta a lo ancho por donde le quepa, o que vaya a tratar de timar a la más vieja de su casa.

Pero supongamos que, ante nuestra indignación, el sujeto, que se dice "experto en automóviles" y agita varios títulos y diplomas que no deja ver claramente, insiste con firmeza y decisión en que eso que está ante nuestros ojos es, en realidad, un Ferrari Testarossa rojo, y nos desafía a que probemos que es un vocho mientras señala algunas similitudes asombrosas del escarabajo con la obra maestra de Ferrari (tiene dos puertas, tiene el motor detrás, tiene volante, cuatro ruedas, etc.).

Aunque sea simplemente por demostrarle que es un mangante y un desvergonzado, decidimos darle por su lado un rato.

En ese momento, debemos usar otro criterio de verdad para poderle demostrar su mentira.

No bastará ya que conozcamos Ferraris y Volkswagens, o que identifiquemos los colores, eso sólo es un experiencia personal. Hay que dar pruebas.

Podemos, por ejemplo, usar los números de serie de la carrocería y del motor para demostrar que dicho vehículo fue fabricado por la Volkswagen de Puebla y no por la Ferrari de Maranello, y las escrituras de ambas empresas para demostrar que no son la misma. Y podemos utilizar un colorímetro para demostrar tajantemente que la longitud de onda del rojo no está presente en el negro del vochito en cuestión.

O bien, podemos hacer una encuesta para establecer que a ojos de la inmensa mayoría de las personas, con la salvedad del comerciante en cuestión, eso se llama "Volkswagen negro" y no "Ferrari rojo".

O bien, podemos llamar a otro experto en automóviles, dotado de los correspondientes títulos y diplomas (que sí deje que se vean y contrasten), para que dé su testimonio como genuino experto y explique lo que es un verdadero Ferrari.

O bien, podemos enumerar las cualidades del Ferrari que están ausentes del Volkswagen: los orificios laterales en la carrocería para la ventilación del motor, las cuatro válvulas por cilindro en lugar de dos, la inyección de combustible K Jetronic en lugar del carburadorcito elemental del vocho, el motor de doce cilindros en V en lugar de los 4 enfrentados en boxer del vocho, el diseño de Pininfarina de la década de 1980 contra el diseño de Ferdinand Porsche de la década de 1930, etc., etc.

En cada uno de esos casos estamos utilizando "criterios de verdad" para diferenciar el Ferrari rojo del Volkswagen negro.

Podemos hacer algo más: preguntarle al embaucador automovilístico cuál es el criterio de verdad que él usa para diferenciar un Ferrari Testarossa rojo de un escarabajo Volkswagen negro. Así podemos o bien usar su criterio de verdad para demostrarle que en realidad no tiene un Ferrari Testarossa o, mejor aún, podemos demostrarle que su criterio de verdad es insuficiente, mendaz, incierto, impreciso o simplemente desordenado e inservible.

O paranormal.

Criterios de verdad para todas las ocasiones


En todas las acciones de nuestra vida estamos constantemente usando "criterios de verdad". ¿Cómo sabemos si el producto que compramos es el que queremos? Pues porque tiene una marca determinada, porque el empaque es el correcto, porque tiene un fabricante determinado, porque se vende en un establecimiento de prestigio, etc. ¿Cómo sabemos que la leche está agria o no? Podemos hacerle un análisis químico-bacteriológico complejo, pero generalmente nos basta con olerla. ¿Cómo sabemos que una persona a la que vemos hoy es la misma persona que vimos ayer y no otra del mismo aspecto pero distinta? ¿Cómo sabemos cuándo esperar para cruzar una calle y cuándo cruzar? ¿Cómo sabemos que una sustancia es venenosa? ¿Cómo sabemos que tenemos un resfriado? ¿Cómo sabemos que hace calor y no solamente que "creemos" que hace calor? Y etcétera...

Sin darnos cuenta, día a día, todo el tiempo, estamos aplicando "criterios de verdad" a toda la realidad que nos rodea.

El conocimiento certero relacionado con el universo físico y sus relaciones tiene también su "criterio de verdad". El método científico es, en resumen, un criterio de verdad para enfrentarnos a los hechos de la realidad con alguna certeza.

El "criterio de verdad" más común en la ciencia es la experimentación, sometida a controles estrictos de variables y desarrollada por medio de protocolos experimentales claros y detallados que permitan que otra persona pueda replicar el experimento. Cuando los experimentos funcionan y cualquiera puede replicarlos en las condiciones dadas, se considera que se tiene un hecho real, o una explicación válida sobre algún aspecto de la realidad.

Falsabilidad


No todas las afirmaciones son sujetas de comprobación científica, claro. Para que una propuesta sea asunto de la ciencia debe ser "falsable", concepto introducido por el filósofo de la ciencia Karl Popper.

Dice Popper que, para afirmar que una proposición es científicamente abordable, debe ser "falsificable" o "falsable", es decir, que su construcción debe ser tal que se pueda proponer hipotéticamente una observación que, de hacerse, demostraría que la proposición es falsa.

Pensemos en una afirmación como "Todos los cuervos son negros". Para que esta frase sea científicamente abordable, debemos determinar si es "falsable". ¿Existe una observación hipotética que podría demostrar que la afirmación es falsa? Sí. La observación de un cuervo de cualquier otro color, por ejemplo, bastaría para convertir a la afirmación en falsa. La frase "todos los cuervos son negros" es falsable. Eso no quiere decir que sea falsa, simplemente que hay en teoría observaciones que podrían demostrar la falsedad de la afirmación. Incluso una proposición imaginaria o descabellada puede ser falsable. Por ejemplo, "en la cima del K-2 toman té dos yetis diariamente a las cinco de la tarde" es falsable. Bastaría ir un día a la cima del K-2 a esa hora y ver que no hay yetis tomando el té.

Afirmaciones como "el cáncer es incurable" se falsa con la curación de un solo cáncer (de hecho, es falsa). "La tierra es semiesférica", "el universo es infinito", etc. son proposiciones falsables y por tanto son del dominio del conocimiento certero.

Las proposiciones no falsables son consideradas por la epistemología como anticientíficas, imposibles de verificar, creencias, ideologías, supersticiones, ilusiones o tonterías.

Por ejemplo, si un paranoico clásico dice que "todos están contra él", nos da una afirmación que no se puede falsar, que es como decir que no se puede probar si es cierta o falsa. No hay modo en que se pueda demostrar al esquizofrénico en cuestión que su propuesta es incorrecta, interpretará todos los argumentos a su manera para sustentar su creencia. Piénselo: ¿cómo le demostraría a un esquizofrénico que no todos están contra él?

Si decimos: "Todos los bebés humanos son el resultado de la fusión de un espermatozoide y un óvulo", esa proposición sí es falsable. Bastaría tener un ser humano que no fuera resultado de esa fusión para demostrar que la afirmación es falsa. De hecho, en el momento en que se haga realidad la clonación humana, dicha frase será falsa y la proposición se deberá reformular más correctamente como "Todos los bebés humanos son el resultado de la fusión de un óvulo con un espermatozoide o de un óvulo enucleado con el material genético de una célula adulta", o términos similares.

El sicoanálisis, por ejemplo, es infalsable. Si un analista dice que su paciente está "en negación" de su odio a su madre, está diciendo que el hecho de negar que odia a su madre confirma precisamente ese odio. ¿Cómo se falsa la proposición "fulano odia a su madre"? Es imposible. No hay modo alguno en que el paciente pudiera demostrar que el analista está equivocado. Si el paciente actúa con especial cariño y devoción hacia su madre, el analista puede decir que lo hace "por sentirse culpable de su odio". El analista decreta que el paciente odia a su madre y no hay nada en el mundo que pueda hacerle cambiar de opinión.

Afirmaciones no falsables son: "el hombre tiene un alma inmortal", "dios existe", "algunas personas ven naves extraterrestres en los cielos de la tierra", "las caras de Bélmez son de origen paranormal", etc.

De Ferraris y fenómenos paranormales


Desde hace varias semanas, en la lista de correos sin censura Charlatanes he intentado conseguir que Manuel Capella, segundo vicepresidente de la SEIP (sujeto que, por confesión propia, ha tenido la osadía de dar "consulta" supuestamente "clínica" como hipnotizador durante la friolera de 14 años a un número indeterminado de víctimas), respondiera a la pregunta de cómo un "investigador parapsicológico" reconoce un fenómeno "paranormal".

En la lista, Capella afirmó audazmente: estoy aqui para debatir lo que haga falta.

Así que me atreví a preguntarle cómo hacían los parapsicólogos para diferenciar lo que es "normal" y que no es asunto de su "estudio" y qué es "paranormal" y por tanto merece la atención de un "experto en lo paranormal".

Pasaron los días y las semanas, repetí la pregunta en distintas redacciones tres o cuatro veces, siempre insistiendo en que me interesa sinceramente conocer el criterio de verdad de la "parapsicología". Como cualquiera puede ver en los archivos de la lista, Manuel Capella nunca respondió a esa pregunta, pese a enviar varios mensajes en los que dio vueltas por los más recónditos y alejados sitios y se fue por múltiples y creativas tangentes hablando de "pruebas", asegurando un día que los fenómenos paranormales "existen, existen y existen" para luego decir que no, que todos los fenómenos son normales, que no hay nada paranormal y, en fin, hizo todo tipo de contorsiones argumentales para no responder cómo reconoce un autoproclamado "parapsicólogo" un fenómeno paranormal y lo diferencia de uno no paranormal.

En pocas palabras, estos "investigadores parapsicológicos" no tienen un criterio elemental para diferenciar ya no un Ferrari de un Volkswagen, sino cualquier auto fórmula uno de un fenómeno paranormal.

Desde que comencé la tarea de divulgar información científica y colaborar en la tarea de desenmascarar charlatanes, hace unos 30 años, le he presentado esta pregunta o algunas similares a todos los misteriólogos y ocultistas que me he encontrado (y que han fingido al menos disposición al diálogo). He visto que todos danzan divinamente el vals de fingir demencia y darle vueltas al asunto, pero ninguno de ellos tiene un criterio de verdad para identificar su objeto de estudio. Es decir, no pueden explicar cómo diferencian un truco, una ilusión, una alucinación, una falla en la percepción, una equivocación o un fraudazo de un fenómeno "genuinamente paranormal".

(Aquí llama la atención que el jefe de la SEIP, Pedro Amorós, por poner un ejemplo, haya dictaminado que las nuevas "caras de Bélmez" son de origen "paranormal" sin haber hecho ni un estudio químico, pero se haya apresurado a descartar como problemas de percepción, y sin tampoco estudiarlos, los rostros que han aparecido en otras quince casas de la cada vez más paranormal localidad jiennense.)

No hay modo de saber cómo es que un "investigador parapsicológico" sabe cuando un fenómeno es paranormal o no lo es ¿Cuál es el mecanismo que les permite diferenciar lo cierto de lo falsado? ¿Qué tipo de razonamiento siguen? Seguramente el asunto es muchísimo más importante que los diplomas de juguete de uno u otro ocultista. Sólo conociendo su criterio de verdad podemos enfrentar con seriedad la multitud de afirmaciones extravagantes que nos ofrecen.

Los promotores de las teorías conspiranoicas que abundan en el mundo del ocultismo del siglo XXI nos ofrecen una multitud de tales afirmaciones infalsables y sin un criterio de verdad preciso. Por ejemplo, ¿cómo se demuestra que el gobierno de Estados Unidos no tiene ocultos en algún lugar los cuerpos de unos extraterrestres de una nave alienígena accientada?, ¿cómo se demuestra que la Atlántida no existió sino que era una metáfora platónica?, ¿cómo se comprueba que lo que dice alguien en una sesión hipnótica es una simple fantasía y no una "regresión a vidas pasadas"?

En los términos en los que estos asuntos son presentados por los profesionales del ocultismo, es imposible falsar las afirmaciones "el gobierno de EE.UU. guarda etés en algún lado", "la Atlántida existió" y "el hipnotismo permite regresar a vidas pasadas", y por tanto son creencias, ideologías, cuestiones de fe, afirmaciones sin sentido o engañifas monumentales, pero en modo alguno son proposiciones que describan de manera confiable la realidad.

No es que los ocultistas sólo tengan proposiciones no falsables, cuidado. Tienen también proposiciones falsables. Por ejemplo: "la Atlántida estuvo situada en París". Eso se puede falsar en teoría, bastaría excavar todo París sin encontrar rastros de la Atlántida. El problema en estos casos es que la Atlántida está en docenas de lugares según cada uno de los autores de la correspondiente docena de libros, y ninguno de ellos se ocupa de probar que su teoría es la correcta.

Y cuando tienen una afirmación falsable como "un número desorbitado de aviones y barcos desaparecen en el 'triángulo de las Bernudas'", que se puede investigar para demostrar, como se ha demostrado, que es una afirmación falsa, pues no se despeinan, siguen creyendo en el supuesto "fenómeno" y siguen vendiendo libritos y revistitas con disertaciones sobre el imaginario "triángulo de las Bermudas".

En realidad, quien hace afirmaciones maravillosas, como decía Hume, debe proporcionar pruebas maravillosas, y por tanto queda a los ocultistas demostrar que sus afirmaciones son ciertas.

Pero no lo hacen. Les da igual. Usan criterios de verdad diversos y convenencieros.

Exhibiendo su absoluta desorganización mental, por ejemplo, se apresuran a aceptar el criterio de verdad de la ciencia cuando les conviene (es decir, cuando algún descubrimiento científico realizado con el debido método parece darles algo de razón), pero inmediatamente después niegan el criterio de verdad de la ciencia cuando ésta les lleva la contraria (las más de las veces) y ofrecen descalificaciones, acusaciones brutalmente irresopnasbles y pataletas.

Supongamos, por ejemplo, que J.J. Benítez se cree realmente todo lo que escribe (ya sé que es una idea descabelladísima, pero jueguen conmigo un momento en cuanto acaben de reírse). Él tiene el testimonio de un soldadete que dice que viaja en el tiempo. Pero al mismo tiempo tiene otros muchísimos testimonios de otros soldados, científicos, filósofos, lavaplatos y gente de sentido común diciendo que es imposible viajar hacia atrás en el tiempo (todos viajamos en el tiempo, hacia adelante). ¿Qué criterio de verdad emplea Benítez para decidir que el testimonio del soldadete es confiable, válido y verdadero mientras que los demás testimonios no lo son?

No lo dice.

Si recorremos el ancho paisaje delirante del ocultismo y la paranormalidad, nos encontraremos una y otra vez con afirmaciones verdaderamente descabelladas que se nos pide que creamos. Es indispensable preguntarles cuál es el criterio de verdad que aplican en sus "investigaciones".

Pero, sobre todo, es importante que nosotros, cada uno de nosotros, piense en el "criterio de verdad" que utilizamos al enfrentar las afirmaciones ocultistas.

Los ocultistas le dan un valor elevadísimo a los testimonios de personas poco expertas en los hechos que atestiguan. Por ejemplo, les basta el relato de una persona para concluir algo tan complejo como la existencia de civilizaciones extraterrestres que nos visitan escondiéndose mal. Pero sabemos que hay testimonios de gente que ve hadas, o que ha visto a Elvis Presley comiéndose una hamburguesa, o que asegura tener un amigo invisible, o que es Napoleón. ¿Con base en qué deciden aceptar un testimonio y rechazar otro? Olvidemos el criterio de verdad de los ocultistas, ¿cuál es el criterio que cada uno de nosotros aplicaría para determinar que un testimonio es válido y otro no?

Generalmente, exigiría pruebas que respalden el testimonio, sin darle a éste un valor exagerado.

Otro testimonio: alguien con poca experiencia en la observación del cielo nocturno dice que vio una luz que "no era un avión". El enigmatólogo de guardia decreta que era una nave extraterrestre. ¿Cómo sabe el testigo que la luz "no era un avión" y por qué cualquier cosa que no sea un avión debe ser una nave extraterrestre según el enigmatólogo?

La afirmación: "nos visitan naves extraterrestres" es infalsable, no importa cuántos casos se expliquen, no importa cuánto se investigue, no importa cuántos datos en contra haya, no existe modo de convencer al creyente de que tal proposición es falsa.

Un criterio de verdad se debe aplicar con rigor. Al aplicar un criterio de verdad sólido a las afirmaciones de lo paranormal podemos sorprendernos al comprobar por nosotros mismos lo que se señala al principio de esta entrada: que hay un despiporre intelectual, un desorden mental un gran convenencierismo, falta de método y falta de un sistema confiable.

Sabiendo eso por nosotros mismos, habrá entonces que pensar si vale la pena seguir depositando nuestra confianza y nuestros honradamente ganados dineros en las manos de quienes "investigan" misterios inexistentes con un desaseo tan espectacular. Y eso si no es que simplemente mienten porque les conviene.

Después de todo, los más destacados ocultistas del mundo (y España no es la excepción) tienen la posibilidad de comprar un Ferrari mucho más cerca de sus cuentas bancarias que los ciudadanos de a pie.

Mientras a usted le venden Volkswagens viejos, claro.